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La mirada de los fotógrafos de guerra, a examen en el Memorial de Verdún

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David Asta Alares

Nueva York – Los motivos que impulsan a los fotógrafos a retratar la guerra, desde la intención de informar a la implicación personal o la propaganda, son objeto de una exposición en el Memorial de la batalla de Verdún, donde más de 700.000 soldados murieron o resultaron heridos en la I Guerra Mundial.

A través de las imágenes de 18 profesionales de la imagen como Robert Capa, Jimmy Hare o Véronique de Viguerie, la muestra explora “quiénes son estas personas detrás de la cámara” que, desde hace más de 160 años, tratan de captar la realidad de la guerra, explicó a EFE su comisaria, Édith Desrousseaux de Medrano.

La exposición, abierta hasta el próximo 1 de octubre, propone un recorrido por la historia de la fotografía de guerra, comenzando por los primeros clichés tomados por sus pioneros a mediados del siglo XIX.

Estos fueron los primeros en capturar en imágenes la realidad de los campos de batalla, a pesar de que “las restricciones técnicas eran enormes” debido a los largos tiempos de exposición necesarios y al amplio despliegue de material necesario.

Las fotografías tomadas por estos aventureros todavía estaban muy ligadas a los códigos de la pintura de guerra y solían mostrar soldados posando o panorámicas del campo de batalla, señaló Desrousseaux.

Prueba de ello es la primera imagen que mostró combatientes muertos, obra del italiano Felice Beato en 1860 en China, que fueron desplazados para hacer la composición más “estética”.

El interés de estas fotografías, realizadas a menudo en el marco de misiones encargadas por los ejércitos o las autoridades políticas, era propagandístico, y “las imágenes oficiales se utilizaban para mostrar la potencia de los ejércitos propios y condenar al enemigo”, explicó el director del Memorial, Thierry Hubscher.

Situado al noroeste de Francia y a poco más de cien kilómetros de la frontera alemana, el museo celebrará su cincuenta aniversario en septiembre y fue renovado en 2016.

El “único museo en estar edificado en el lugar mismo de la batalla”, recuerda Hubscher, ha puesto un interés especial en el periodo de la Gran Guerra (1914-1918).

Pese a que durante esa contienda las fotografías eran controladas -y, llegado el caso, censuradas-, los “poilus” (“peludos”, como se llamaba coloquialmente a los combatientes franceses) retrataban la guerra desde las trincheras gracias a sus cámaras compactas, muchas veces sin autorización oficial, para mostrarlas a sus familias.

Expuestas junto a las imágenes, una colección de cámaras de todas las épocas refleja la evolución técnica de un objeto que, con el tiempo, permitió a los fotógrafos acercarse más al frente.

Las pesadas cámaras del siglo XIX dieron paso a otras más compactas, como la pequeña Leica del denominado “fotógrafo de guerra más importante del mundo”, Robert Capa.

Capa, del que se exponen varias instantáneas y un libro con negativos que utilizaba para vender sus imágenes a los medios, es el exponente del fotoperiodista “militante” que es consciente del impacto político de sus clichés, recalcó el director del Memorial.

A las fotografías tomadas durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) por profesionales como Capa, Germaine Kanova o Raoul Coutard, dan paso otras de conflictos recientes como el de Sarajevo, Afganistán o Siria.

Son imágenes de autores como Patrick Baz, Édouard Elias o Véronique de Viguerie, cuyo trabajo fue objeto de polémica en 2008 al retratar un grupo de talibanes justo después de una emboscada contra unos soldados franceses.

Los periodistas han pasado a ser un objetivo a eliminar, como durante la guerra de Siria, en la que “muchos jóvenes que comenzaban su carrera han sido asesinados”, añadió la comisaria.

Así lo atestigua la serie más de sesenta retratos de fotógrafos de guerra que cierra la exposición, realizada por la cineasta Alizé Le Maoult, que pretende “confrontar la mirada de estos profesionales con la de los espectadores”, aclaró su autora.

En algunas de las instantáneas, una cámara o un objeto sustituye el rostro de un profesional que ya no podrá empuñar su cámara nunca más. EFE

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