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Un tour muestra el “horror” de la contaminación en el oeste de México

El tour recorre zonas de ese municipio del estado occidental de Jalisco donde las industrias y el basurero municipal descargan sus desechos al río, y la planta de tratamiento El Ahogado, que debería limpiar el agua que llega a los pobladores, emite un cauce espumoso con olor a podredumbre.

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Miana González

Nueva York – Un grupo de activistas creó el “Tour del horror”, un recorrido por el municipio mexicano de El Salto que pretende visibilizar la contaminación del Río Santiago, que ha causado incontables muertes en las últimas décadas.

El tour recorre zonas de ese municipio del estado occidental de Jalisco donde las industrias y el basurero municipal descargan sus desechos al río, y la planta de tratamiento El Ahogado, que debería limpiar el agua que llega a los pobladores, emite un cauce espumoso con olor a podredumbre.

Alan Carmona, miembro de la asociación “Un Salto de Vida” que está detrás de esta iniciativa, explica a Efe que el tour es ofrecido a escuelas, estudiantes universitarios, organizaciones civiles e incluso a los mismos habitantes que desconocen el riesgo.

“No es solo visibilizar o hacer conciencia; es, sobre todo, que la gente pueda visualizar su lugar, su sitio dentro de la problemática y el conflicto”, afirma el activista durante un recorrido por el municipio, ubicado a unos 30 kilómetros de Guadalajara, capital de Jalisco.

El punto más importante del recorrido es la Cascada de Juanacatlán, que divide a Juanacatlán de El Salto y que antes fue considerada el “Niágara mexicano” por su caudal y belleza.

Ahora es una caída de aguas negras cuyo olor impide la respiración. El agua arrastra los desechos de las 250 empresas mexicanas y extranjeras asentadas en la zona de El Salto y de las más de 650 ubicadas en toda la cuenca del río.

La cascada se convirtió en símbolo de cómo las industrias que llegaron a la región para dar empleo a los habitantes han borrado la flora y la fauna del lugar. Sus efectos los sienten también los pobladores en su cuerpo, dice Carmona.

Josué Daniel tiene 28 años y desde hace cinco le diagnosticaron insuficiencia renal. Dos de sus primos murieron hace poco a causa de este mal y ha visto enfermar a amigos y vecinos.

“Te puedo contar de muchos casos en El Salto, de (jóvenes de) mi edad que padecen el mismo problema que yo. Somos unos cinco o seis que yo conozco, más los que se han dado últimamente”, explica.

Este comerciante cuenta que de niño acudía a una primaria ubicada junto al cauce del río del que salían “bolas de espuma” que “llenaban” el patio de la escuela y eran usadas por los niños para jugar.

La escuela Mártires del Río Blanco dejó de admitir niños de manera paulatina hace cinco años y hace dos se mudó a un nuevo edificio. Los niños se enfermaban del estómago o padecían frecuentes dolores de cabeza, comentan los pobladores.

En 2012, las autoridades medioambientales locales encontraron altos niveles de ácido sulfhídrico en las inmediaciones de la escuela, aunque el estudio marcaba que la presencia de este gas con efectos neurotóxicos estaba en los “parámetros normales”.

La Comisión Nacional del Agua aceptó en 2014 que el Río Santiago registró a la altura de los municipios de El Salto y Juanacatlán “la mayor incidencia de contaminación” por los desechos industriales.

Dos años antes, el Gobierno de Jalisco inauguró la planta de “El Ahogado” para remediar los problemas. Pero esta funciona “a un nivel que no garantiza que las descargas no afecten el ambiente y la salud”, explica Cindy McCulligh, doctora en Ciencias Sociales del Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social.

Diversos estudios han documentado desde 2012 la presencia de metales pesados como plomo, cromo, cobalto, mercurio y arsénico tanto en el río como en la salida de la planta.

En un reporte presentado en 2016, Greenpeace informó que encontró compuestos orgánicos como nonifenol, cloroformo y bencenos, utilizados para fabricar productos de limpieza.

La alta concentración de estas sustancias afecta la vida acuática y humana pues “son cancerígenas, pueden provocar disrupciones hormonales, generar daños y malformaciones en fetos y en los sistemas reproductivos”, advirtió Greenpeace.

Durante 10 años de investigación en la zona, Ruth de Celis, académica en salud ambiental de la Universidad de Guadalajara, ha constado que los habitantes desarrollan desde temprana edad cáncer de piel, estomacal, hepático y mamario, insuficiencia renal crónica y enfermedades crónico degenerativas pese a llevar una vida sana.

Revela a Efe que encontró que los niños están expuestos a metales pesados, lo que les han provocado alteraciones neuronales que se traducen en ansiedad, hiperactividad, problemas de aprendizaje y déficit de atención.

“Hemos visto que personas de entre 60 y 75 años, (que crecieron) cuando El Salto no estaba contaminado, tienen problemas de su edad pero no tan agravados como personas que ya crecieron en la contaminación”, afirma.

La Secretaría de Salud Jalisco y el Hospital Civil de Guadalajara, la institución pública a la que acuden la mayoría de los habitantes de El Salto, evitaron dar declaraciones solicitadas por Efe. EFE

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