Cirugía da esperanza a pacientes que viven con la enfermedad de Párkinson
Luego vinieron pequeños temblores en las extremidades. Pero lo más preocupante era la parálisis que le ocurría cada vez más frecuentemente y podía pasarle lo mismo en casa, en la calle o en el transporte público.
Cristina Sánchez
Nueva York – José Cantero Arreaga solía trabajar como trompetista y arreglista musical para importantes artistas. Incluso, presume, llegó a acompañar en algunos conciertos al fallecido cantante mexicano Juan Gabriel.
Pero un día, cuando apenas contaba con 45 años, los dedos que daban el ritmo a su principal instrumento de trabajo se paralizaron.
“Empecé así, pero después me paralizaba de los brazos, de todo el cuerpo”, cuenta este martes en entrevista con Efe.
Sin saber exactamente qué pasaba en su organismo, José buscó infinidad de soluciones.
“Fui al médico, me mandaron con un ortopedista, con varios especialistas, pero nadie me sabía decir por qué me paralizaba”, asegura el músico.
Luego vinieron pequeños temblores en las extremidades. Pero lo más preocupante era la parálisis que le ocurría cada vez más frecuentemente y podía pasarle lo mismo en casa, en la calle o en el transporte público.
Asustado y cada vez más imposibilitado para trabajar, acudió con acupunturistas, brujos, limpias. “Decían que me habían embrujado”, apunta.
Pero nada le hacía recobrar su capacidad para trabajar.
Tuvieron que pasar aproximadamente cuatro años para que José llegara al Hospital General de México, donde un doctor sin más preámbulo le diagnosticó.
“Tienes párkinson, me dijo. Y yo me quedé pasmado, asustado”, admite.
El párkinson, explica la neuróloga Minerva López, es una alteración neurológica caracterizada por la pérdida prematura de algunas células del cerebro.
A nivel mundial, es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente que afecta a aproximadamente 6,3 millones de personas y se estima que para el 2030 dicha cifra podría duplicarse.
En México, 50 de cada 100.000 habitantes podrían desarrollar párkinson, según datos del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía “Manuel Velasco Suárez”.
Aunque se piensa que es una enfermedad propia de la vejez, existen casos como el de José en donde se presenta antes de los 50 años.
“Yo empecé muy joven, pero por eso me costaba trabajo aceptar mi condición, aunque yo sabía que algo no estaba bien”, asegura.
Durante una década, el músico estuvo bajo tratamiento farmacológico, el cual pretendía ayudarle a controlar los síntomas.
Sin embargo, el efecto solo duraba algunas horas y después volvía a verse imposibilitado a hacer cosas tan comunes como vestirse, bañarse o agarrar un vaso.
“Los pacientes con esta enfermedad tardan hasta dos o tres veces más en hacer sus actividades cotidianas por lo que pierden su calidad de vida, tienen temblores, lentitud de movimiento, rigidez, pérdida de reflejos posturales”, explica la especialista.
Los fármacos y la rehabilitación son los primeros tratamientos que se les otorgan a estos pacientes, sin embargo, desde hace algunos años existe la posibilidad de que sean sometidos una cirugía.
“Es una cirugía en la que se abre la cabeza del paciente para colocarle un electrodo en el cerebro con la finalidad de tratar los síntomas”, explica.
El dispositivo puede ser programado para una estimulación cerebral profunda, y con ello se logra mejorar la calidad de vida de los pacientes.
Hace poco más de un año José fue sometido a esta cirugía y hoy, a sus 62 años, ha logrado volver a hacer su vida casi normal, ha vuelto a tocar la trompeta y disfruta a su familia.
“Hasta tengo una foto con Nick Jonas de los Jonas Brothers”, presume mientras mueve con soltura las imágenes en la galería de su teléfono móvil.
Aunque ahora José puede ser más feliz con su vida, lamenta que los médicos no estén lo suficientemente informados para dar un diagnóstico oportuno, lo cual es indispensable para tener un tratamiento adecuado.
En ese sentido, la doctora López insiste en la necesidad del diagnóstico a tiempo ya que muchos pacientes pueden ser candidatos a la cirugía.
“Esto les da una esperanza buena de vida, reduce la cantidad de medicación y permite realizar tareas cotidianas, lo que se traduce en mayor autoestima, independencia y calidad de vida”, concluye. EFE