Un México aturdido y sin plan B aguarda a Trump como al Apocalipsis
Como si llegara el Apocalipsis, los mexicanos han ido asimilando como han podido los flancos abiertos durante meses por el próximo inquilino de la Casa Blanca, considerados ya afrentas a la soberanía nacional e incluso declaraciones de guerra soterradas.
Raúl Cortés
Nueva York – Sin cartas bajo la manga y conmocionado; así aguarda México al futuro presidente de EE.UU., Donald Trump, y sus amenazas de levantar un muro en la frontera común y hacérselo pagar, deportar a millones de inmigrantes mexicanos, gravar con impuestos las remesas y dañar al país en el terreno comercial.
Como si llegara el Apocalipsis, los mexicanos han ido asimilando como han podido los flancos abiertos durante meses por el próximo inquilino de la Casa Blanca, considerados ya afrentas a la soberanía nacional e incluso declaraciones de guerra soterradas.
Una realidad que ni el más pesimista imaginaba en sus peores pesadillas y que ha sembrado en México de rabia e indignación.
Dos sentimientos potenciados por la timidez del Gobierno de Enrique Peña Nieto frente al republicano, que algunos han tildado hasta de servilismo desde que lo invitó a la residencia presidencial de Los Pinos en septiembre pasado durante la campaña electoral estadounidense.
Un cóctel con sabor a impotencia que implica a todos los poderes del país, desde autoridades, partidos políticos y movimientos sociales hasta empresarios, pues ninguno ha planteado hasta ahora un antídoto real a Trump.
Con la expresión “A temblar” que usó para titular la noticia sobre el resultado de las elecciones en EE.UU., el diario mexicano Reforma plasmó perfectamente en noviembre pasado la angustia que se respira en la opinión pública de México.
Más lejos llegaron personalidades como el historiador Enrique Krauze o el expresidente Vicente Fox (2000-2002) al comparar al magnate inmobiliario y expropietario del concurso Miss Universo con Adolf Hitler.
¿Pero por qué tanta congoja? Porque en un país acostumbrado a encarar y superar crisis económicas de forma cíclica, y a mirar con lupa cualquier paso que da el vecino del norte, nadie ve nada positivo para México en que gobierne Trump.
Son frecuentes las bromas sobre los métodos que usarán los mexicanos para saltarse el muro fronterizo, una iniciativa que no es nueva, pues ya existen vallas en un tercio de los más de 3.000 kilómetros de franja limítrofe y las primeras amenazas de construirlo datan de hace veinte años.
Pero el humor resulta esta vez más un bálsamo para las heridas que una manera de restar importancia al asunto.
Peña Nieto asegura que su país no pagará por la construcción del muro, pero Trump ya ha sugerido que si los mexicanos no cubren sus costos directamente lo harán a través de impuestos a las remesas que sus compatriotas residentes en EE.UU. envían a casa.
Un duro golpe para México, cuarto país a nivel mundial en cuanto al dinero recibido por ese concepto, su segunda fuente de divisas después de las exportaciones automotrices.
En los primeros once meses de 2016 las remesas crecieron en un 9,04 % respecto al año anterior (24.626 millones de dólares), la mayor subida anual en una década.
En cualquier caso, lo más probable es que Trump trate de gravar las remesas como forma de presión y para aumentar los ingresos fiscales estadounidenses.
Ese eventual batacazo solo es comparable con lo que se espera en el intercambio comercial.
Trump exige actualizar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) porque considera que perjudica la industria, el comercio y el empleo en su país, beneficiando a México, su socio junto con Canadá.
Antes de saber cómo se renegociará el acuerdo, opción a la que está abierto Peña Nieto, el presidente electo está coaccionando a las compañías estadounidenses con inversiones en México, y que venden a EE.UU. con menor costo de producción, para que dejen de invertir allí y vuelvan a hacerlo en su país.
De lo contrario se enfrentarán a un impuesto del 35 por ciento, las amenaza Trump, cuyas presión ha fructificado ya con el fabricante de aire acondicionado Carrier y con la automotriz Ford, que han suspendido planes de inversión en tierras mexicanas.
Teniendo en cuenta que el ochenta por ciento de las exportaciones mexicanas van a EE.UU., el impacto en la economía mexicana no se ha hecho esperar.
El peso, la moneda nacional, se ha desplomado a niveles históricos de 22 unidades por dólar tras caer en un 25 % en 2016, y el FMI acaba de rebajar el pronóstico de crecimiento de la economía mexicana para 2017 del 2,3 % al 1,7 % por la “incertidumbre” ligada a la presidencia de Trump. EFE