El cine colombiano construye memoria
El filme, ganador de varios premios en los festivales de cine de San Sebastián, Lima y Guadalajara (México), se estrenó en Colombia esta semana, la misma en que el Gobierno y las FARC firmaron un acuerdo de paz.
Jorge Gil Ángel
Nueva York – La historia de tres mujeres que fueron desplazadas por el conflicto armado colombiano compone la película “Oscuro animal”, ópera prima de Felipe Guerrero, que reflexiona sobre la crudeza de más de medio siglo de violencia en el país y busca construir memoria.
El filme, ganador de varios premios en los festivales de cine de San Sebastián, Lima y Guadalajara (México), se estrenó en Colombia esta semana, la misma en que el Gobierno y las FARC firmaron un acuerdo de paz.
“Tú pones esas imágenes que apelan al espectador muy fuertemente, entonces esta es una propuesta de película que dialoga con el espectador en una circunstancia histórica como esta, pienso que sí tiene valor de memoria y reflexión”, dijo Guerrero en una entrevista con Efe.
“Oscuro animal”, protagonizada por Marleyda Soto en el papel de Rocío, Jocelyn Meneses (La Mona) y Luisa Vides (Nelsa), que no dicen una sola palabra en el filme, es una coproducción de Colombia, Argentina, Holanda, Alemania y Grecia.
Para el cineasta, filmar en zonas rurales del Magdalena Medio, una húmeda región del centro del país de abundante vegetación y circundada por varios ríos donde tuvieron lugar algunas de las masacres más cruentas que vivió Colombia, fue como “una mecha que se enciende, una mecha dolorosa”.
La historia de la región se muestra en toda su crudeza en una de las escenas de la película, en la que Guerrero recrea un ataque guerrillero contra un autobús en el que murieron varios pasajeros.
En esa parte la película contó con la participación de extras que viven en zonas aledañas al lugar de filmación y que habían sufrido la violencia en carne propia.
De esta forma se convirtieron en extras de la propia historia de violencia que habían vivido.
“Fue llevarlos a ese lugar, que es un lugar muy íntimo que tiene la víctima, donde fue tocada, y obviamente eso se hace con mucho tacto y con una gran responsabilidad (…) para establecer un dialogo”, afirmó.
Guerrero detalló que esas personas se quedaron mirando al suelo y observando “su propia vida” tras la grabación de la escena.
“Después de realizarla me quebré en llanto porque era una carga muy fuerte que no pude sostener en ese momento porque es el dolor de una comunidad”, confesó.
Por otra parte, el filme hace una reflexión del conflicto a través del papel que juega la mujer, pero, según Guerrero, más allá de eso, las historias de dolor de los desplazados con los que habló en la investigación para realizar su opera prima son las que moldean la narración.
“Está claro que son historias de mujeres, impactos a mujeres (…) pero que es algo más valioso para mí y que creo que es algo a lo que yo apelé como hombre al realizarlo, como una especie de hermafroditismo emocional que tenemos los seres humanos. Vacilamos en emociones que no tienen necesariamente género”, explicó.
Destacó también que para los cineastas, poetas y literatos colombianos la guerra es fundacional y que por ello, “de alguna u otra manera”, sus obras se relacionan siempre con el conflicto armado.
“Así lo niegues, creo que eso (el conflicto) ocupa mucho espacio y ese fue mi caso también; mis intereses siempre fueron justamente cómo hacer cine en un país como Colombia, cómo filmar eso que es Colombia y cómo decirlo desde un punto cinematográfico”, resaltó.
Sin embargo, ante la nueva coyuntura que afrontará el país con la firma del acuerdo de paz, el director se pregunta sobre los temas que comenzarán a tratar las películas nacionales.
“Surge la incógnita de qué es lo que vamos a seguir contando, que es la que tenemos los colombianos ahora también que se nos quita un pedazo de iceberg”, destacó. EFE