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Lollapalooza, de festival alternativo a fenómeno “mainstream” en Latinoamérica

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Por decimotercer año, Chile acoge desde este viernes y durante tres días el festival Lollapalooza, uno de los macroeventos musicales más importantes hoy en Latinoamérica que ha impulsado y diversificado la industria musical y de entretenimiento de la región.

“En su génesis era un festival de tendencias alternativas al mainstream”, recuerda a EFE el director de la cadena musical Radio Futuro, Rainiero Guerrero. Sin embargo, 34 años después se ha convertido en un megaevento que, precisa, “trabaja sobre lo que ya se ha probado”, “va más allá de lo netamente musical” y “vende grandes marcas”, por lo que apunta a un “espíritu más global”.

El certamen, que nacido en Estados Unidos llegó primero a Chile en 2011 y se extendió hasta Argentina y Brasil el mismo año, ha reunido tanto a artistas emergentes como a figuras consagradas como Red Hot Chili Peppers, Metallica, Miley Cyrus o Foo Fighters.

“Es necesario que los cabeza de cartel sean artistas grandes–históricos o no– y que aseguren el éxito en términos de ventas”, añade Guerrero. Según él, los grandes festivales como este son una alternativa para descubrir bandas, pero “el público va a ver a la cabecera”.

La locutora también de Radio Futuro Matilda Svensson recalca que el evento “ha privilegiado” a los artistas con mayores reproducciones en plataformas de streaming y a los “fenómenos explosivos” de redes sociales como los músicos urbanos chilenos Marcianeke, Pablo Chile o Paloma Mami.

“Levantar a nuevos artistas latinoamericanos”

Lollapalooza ha sido “especialmente relevante” para “levantar y difundir” las propuestas de nuevos artistas latinoamericanos, dice Svensson. La fuerte competencia del sector y la emergencia constante de nuevas herramientas para grabar y difundir música hacen cada vez más difícil encontrar escenarios para tocar, explica.

Tras la edición de 2011 en Chile artistas chilenos como Ana Tijoux, Los Bunkers o Chico Trujillo fueron invitados a la versión del certamen en Chicago; y también Mon Laferte, llegó a actuar en el festival de música y artes de Coachella, California, después de pasar por el escenario de Lolla.

Para Guerrero, aunque “siempre va a ser bueno que haya presencia de artistas latinoamericanos, su participación no debe por cuotas, sino por mérito”.

“Una amplia gama de géneros”

Entre las ediciones de Brasil, Chile y Argentina “hay más similitudes que diferencias”, dice a EFE el director artístico del Lollapalooza Brasil, Marcelo Beraldo. La gran mayoría de los artistas internacionales se presentan en los tres países, sus fans son de edades similares y todos –obviamente– sudamericanos.

Además, agrega, “los géneros que buscamos son más o menos los mismos, con la pequeña excepción de la música latina que, a pesar de ser fuerte en Brasil, es mucho más grande en Argentina y Chile”.

La organización en Chile destaca, en un comunicado, que Lollapalooza ha sido pionero en “reunir en un solo cartel a artistas de una amplia gama de géneros”, crear una programación familiar y expandirse a nivel internacional, entre otros aspectos.

“Se han atrevido a mezclar un poco de folklore con lo urbano, lo roquero, lo alternativo y lo pop”, señala a EFE el periodista musical chileno Fernando Mujica.

Para Rainiero Guerrero, los géneros musicales van apareciendo en el escenario según las tendencias del mercado: “Hace cinco años era casi imposible que el festival estuviera marcado por lo urbano, pero de repente se puso de moda y se sumó a ello”, comenta.

Beraldo considera “natural” que Lolla haya diversificado el cartel, pero insiste en que “se mantienen los géneros que forman su columna vertebral porque esa es su esencia”.

“Como un café en la mañana”

Lollapalooza inició en Phoenix, Arizona, en 1991, cuando el cantante y compositor estadounidense Perry Farrell quiso despedirse de su banda, Jane’s Addiction, de una forma peculiar y planificó una gira por 20 ciudades de Estados Unidos y Canadá.

Esa primera ruta cimentó la base del certamen cultural más importante de la música alternativa que, además de Chile, Brasil y Argentina, hoy también tiene réplicas en Alemania, Francia, Suecia e India.

“En su primera edición chilena, que trajo a los mismos Jane’s Addiction, además de The Killers y Kanye West, entre otros artistas repartidos en dos días completos y escenarios para distintos públicos, la banda marcó un sello especial”, cuenta Svensson.

Mujica recuerda que la llegada de la marca fue para la industria musical chilena “como un café en la mañana, un golpe de energía” porque hubo otros intentos de exportar festivales a Chile que “fracasaron” como el de música electrónica de Barcelona Sonar, el Primavera Sound –enumera– o el Rock in Rio –añade Guerrero– “que estuvo a punto” de llegar al país austral, pero “no alcanzó”.

Según Mujica, el festival empujó el panorama artístico y musical tanto de la región como de Chile, que en los 90 “no tenía festivales propios con shows alternativos” que apostaran por la masividad.

Hasta hoy, Lollapalooza ha reunido en Chile, según cifras de la organización, a más de 2,2 millones de personas.

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