Vigilancia en epidemia de ébola
El virus del ébola, que se detectó por primera vez en 1976 en dos brotes epidémicos casi simultáneos ocurridos en Sudán y la República Democrática del Congo, fue rescatado del olvido cuando un nuevo brote en 2014 en Guinea Conakry, que se extendió pronto a Libera y Sierra Leona, hizo saltar las alarmas sanitarias de todo el mundo.
Enrique Anarte
Nueva York – Científicos de todo el mundo criticaron la falta vigilancia y prevención respecto a la última epidemia de ébola en una conferencia celebrada esta semana y que concluyó hoy en el Instituto de Medicina Tropical de Amberes, con motivo del cuadragésimo aniversario del primer brote del virus.
“Con el cambio del clima, de la población mundial y de las migraciones tenemos nuevas condiciones de enfermedades”, declaró a Efe el director del Instituto de Medicina Tropical Alexander von Humboldt de Lima, Eduardo Gotuzzo, para quien una vigilancia y unos métodos de diagnóstico adecuados han brillado por su ausencia.
El virus del ébola, que se detectó por primera vez en 1976 en dos brotes epidémicos casi simultáneos ocurridos en Sudán y la República Democrática del Congo, fue rescatado del olvido cuando un nuevo brote en 2014 en Guinea Conakry, que se extendió pronto a Libera y Sierra Leona, hizo saltar las alarmas sanitarias de todo el mundo.
Sin embargo, la epidemia del virus del ébola mantiene semejanzas con otras como las del zika, el dengue, el VIH o incluso ciertas gripes, en cuanto a que adolecen de falta de recursos médicos, desatención internacional y desinformación, recordaron los expertos.
El director del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kouri de La Habana, Jorge Pérez, coincide con Gotuzzo en que en este último brote de ébola, como en el de otras epidemias, de nuevo “no hubo la vigilancia que tuvo que haber”.
El experto indicó a Efe que en la respuesta se ignoraron problemas estructurales como que “estos países no tienen un sistema de salud y ello genera mucha desigualdad e inequidad”, por lo que las personas que vivían en condiciones difíciles enfermaron fácilmente.
Desde el inicio del último brote se confirmaron 28.616 casos de ébola en los tres países africanos, de los que 11.310 fallecieron.
En la misma línea se pronunció la antropóloga española Almudena Mari Sáez, quien defiende las aportaciones que la disciplina antropología puede hacer a la investigación y la respuesta a estas epidemias.
“Hay factores humanos que pueden facilitar una aproximación a los vectores, como pueden ser la agricultura, la manera en que los animales se van adaptando a los espacios domésticos o cómo cada vez vivimos en un ambiente más favorable a que ese tipo de transmisiones sucedan”, explicó a Efe.
Los tres coincidieron en la necesidad de encontrar los factores sociales estas epidemias.
La investigadora, que trabaja en una universidad berlinesa, cree que la presencia de la antropología en conferencias de este tipo “puede abrir un poco la mente a otros científicos para que sean conscientes de cómo el aspecto social es también importante tanto para la respuesta como para los ensayos clínicos”.
También insistió en tener en cuenta “cómo la gente entiende las enfermedades”, que en el caso del ébola era imprescindible para comprender cómo las poblaciones afectadas por el brote entendieron la respuesta internacional para comprender la enfermedad.
“Hubo muchos problemas porque en un momento inicial ellos pensaban que eran los propios médicos los que traían la enfermedad”, confirmó Pérez.
El experto cubano recalcó la importancia de trabajar con las comunidades, que en los países más duramente afectados “no estaban educadas” en cuanto a que tenían costumbres y hábitos que favorecían la infección del ébola”.
De su experiencia de trabajo con el rhabdovirus, familia a la que pertenece el virus de la rabia, ha aprendido la eficacia de “empoderar a la comunidad y hacerla consciente no de una participación pasiva, sino activa”, dijo.
Pérez relató cómo lograron inculcar hábitos de prevención en comunidades locales a través de los niños, a quienes educaban en este respecto y luego dejaban que fuesen ellos mismos los que enseñasen a su familia y a la comunidad medidas preventivas.
Para Gotuzzo, sin embargo, también es necesaria una mirada global hacia las enfermedades de este tipo, pues muchas de las que ya están presentes en países en desarrollo no se tienen en cuenta mientras no cruzan sus fronteras.
“Tenemos que entender que estamos globalizados, que los microbios no tiene fronteras y los vectores pueden viajar de un lado a otro, por lo que tenemos que aprender a trabajar en cooperación y a respetar las investigaciones que se hacen en países del Tercer Mundo”, concluyó. EFE