10 mitos falsos sobre el ciclo del sueño
Nos pasamos un tercio de la vida durmiendo, pero sabemos muy poco de lo que nos sucede en ese tiempo decisivo para nuestra salud física y mental. La cultura popular está llena de falsedades y malas interpretaciones sobre el acto de dormir. Aquí van unas cuantas.
El alcohol facilita el descanso
Esta idea está muy arraigada, pero no tiene base científica. Sí es cierto que cuando hemos ingerido alcohol experimentamos somnolencia, sin embargo, una vez hemos conciliado el sueño, su calidad empeora. La profundidad y el efecto reparador que se produce en el descanso normal se ven alterados porque la bebida reduce la fase REM. En este periodo se registra una relajación muscular total y se presentan los sueños, indispensables para reorganizar nuestro cerebro.
El alcohol también aumenta la probabilidad de que ronquemos y, por tanto, de que suframos apneas. Son algunas de las conclusiones de un estudio realizado por Christian Nicholas y sus colegas de la Universidad de Melbourne, en Australia, publicado en la revista Alcoholism: Clinical & Experimental Research.
Mientras duermo puedo aprender cosas
Con el sueño perdemos nuestra autoconciencia, pero eso no significa que el encéfalo permanezca inactivo. En realidad, está trabajando en tareas fundamentales para procurarnos bienestar. Por ejemplo, en el descanso se fijan los conocimientos que hemos adquirido durante la vigilia. Por eso se afirma que lo más adecuado antes de presentarse a un examen, además de estudiar, es dormir el número de horas adecuado.
Sin embargo, eso no significa que la mente pueda asimilar nuevos conocimientos mientras se está durmiendo, por ejemplo una lección de inglés reproducida con MP3. Este mito se popularizó en 1942 a raíz de los experimentos del psicólogo Lawrence LeShan encaminados a comprobar si era posible erradicar la costumbre de morderse las uñas a un grupo de alumnos. Dividió a los niños en dos habitaciones distintas. Al primer grupo les ponía por la noche un fonógrafo que repetía la frase “las uñas de mis dedos saben mal”. El segundo dormía sin este aparato.
La cama, el deporte de los vagos
Dedicar tiempo a descansar lo suficiente es la mejor forma de ser productivo. No hacerlo influye negativamente en la manera de razonar y sentir, y también se incrementa la probabilidad de sufrir problemas metabólicos y endocrinos. Rachael Taylor, investigadora de la Universidad de Otago, en Nueva Zelanda, ha descubierto que los niños de edades comprendidas entre tres y cinco años que duermen menos de once horas por noche son más propensos a tener sobrepeso u obesidad cuando cumplen los siete.
El fin de semana recupero el sueño perdido
Remolonear entre las sábanas el sábado y el domingo para compensar la dinámica de trasnochar y madrugar los días laborales puede tener sus ventajas, como reducir el riesgo de diabetes, tal y como sugiere una investigación realizada en la Universidad de Chicago. Sin embargo, no es una buena forma de equilibrar todo el sueño que hemos perdido, lo que puede acarrear numerosos problemas de salud.