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Taxistas neoyorquinos, entre la espada y la pared por el coronavirus

El día para este latino comienza entre las 04:30 y 05:00 de la mañana y termina a las siete de la noche, cuando ya ha transportado al menos una veintena de personas. Desde hace una semana, con el aumento de los casos del coronavirus en el estado, ha tomado medidas de prevención y cuando sale de su hogar está "armado" con guantes y llevando consigo desinfectante de manos y alcohol.

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Ruth E. Hernández Beltrán

Nueva York – Armados con guantes , mascarillas y desinfectante, los conductores de los taxis de Nueva York, uno de los grandes símbolos de la ciudad, se ven entre la espada y la pared por la necesidad de seguir trabajando y el peligro cada vez más latente de sufrir el contagio del coronavirus por parte de sus pasajeros.

“Estoy muy preocupado con esto, tengo miedo pero ¿cómo paro de trabajar?”, dice Jorge Luis Reyes a Efe mientras recorre las calles de El Bronx, su principal área de trabajo desde que hace poco más de tres años se hizo taxista en Nueva York, su único ingreso para mantener a su esposa y tres hijos de 8, 6 y 3 años, así como para hacer frente a otras responsabilidades.

El día para este latino comienza entre las 04:30 y 05:00 de la mañana y termina a las siete de la noche, cuando ya ha transportado al menos una veintena de personas. Desde hace una semana, con el aumento de los casos del coronavirus en el estado, ha tomado medidas de prevención y cuando sale de su hogar está “armado” con guantes y llevando consigo desinfectante de manos y alcohol.

El coronavirus, afirma, ha cambiado “mucho” su vida, al punto que considera, junto con otro de sus hijos, de 31 años, que también es taxista y tiene hijos, dejar sus hogares y mudarse juntos a una habitación ante el temor de un posible contagio a sus familias con el COVID-19, que al día de hoy acumula 350 casos en este estado.

“Es lo que pensamos hacer: quedarnos solos a ver si esto lo controlan o aparece alguna cura. Todavía lo estamos conversando. Sería lo último si no hay otra opción”, afirmó Reyes, de 49 años.

“Tengo mi esposa y tres niños y él tiene dos. Me preocupa mucho esto. No es fácil; el día entero uno buscando gente” pero a su vez con preocupación por el contagio, expuso.

Al igual que ellos, dice, los pasajeros están atemorizados ante el avance de la enfermedad, que es el tema central de conversación. “La gente está desesperada. Muy poca de la gente que llevo está tranquila, están muy preocupados” y les parece bien que lleve guantes por prevención, señala Reyes.

Durante sus largas horas frente al volante, este taxista toma otras medidas de precaución, limpiando varias veces con alcohol las manijas de las puertas de su coche y al final de su jornada desinfecta el interior del vehículo.

Como Reyes, otros taxistas consultados por Efe están entre la espada y la pared porque, pese al temor ante el virus, deben generar al menos unos 1.500 dólares semanales para afrontar sus obligaciones, que incluyen el pago del alquiler del coche si no es de su propiedad, el alto coste de un seguro, la gasolina, la cuota de la base (compañía) para la que trabajan (que a veces son varias, como el caso de Reyes) y que reciben las llamadas de clientes, multas y las necesidades de sus familias.

“Lo que más me preocupa es que esto siga avanzando porque, si es así, no sé cómo trabajaríamos”, argumenta Reyes, quien ante el temor de llevar el virus a su hogar se cambia de ropa antes de entrar a su casa.

Wilfredo de los Santos conduce desde hace 32 años uno de los icónicos coches amarillos tan asociados con la ciudad de Nueva York, y aunque dice no temer porque considera el virus “algo pasajero”, también ha tomado medidas de precaución desinfectado el volante, manijas y sus manos con alcohol, al igual que otros conductores de la compañía para la que trabaja, con sede en Long Island City, a pasos de Manhattan.

“Hace tres semanas recogí en el aeropuerto John F. Kennedy a un ‘gringo’, y cuando vi que sus maletas decían que había llegado de China me paré en la primera bodega y compré alcohol. Aunque mi coche tiene partición (división), uno siempre toma precauciones”, afirma De los Santos al referirse al origen del virus en la localidad china de Wuhan.

Sin embargo no usa mascarilla ni guantes porque, dice, su coche tiene la división que le separa del cliente, con el que tampoco se comunica durante el viaje.

De los Santos, que brinda servicios en Manhattan, afirma que el brote del virus se ha reflejado en una merma de clientes. Antes, comenta, llevaba entre 20 y 35 pasajeros, cifra que se ha reducido a entre 18 y 22 por día, resultando en una reducción de ingresos desde entre 120 y 150 dólares por día a entre 80 y 100 dólares.

“En la noche ha bajado mucho la clientela; prácticamente no hay negocio. Uno monta un pasajero de cada una hora”, comenta este trabajador del volante, de 61 años, quien asegura es la primera vez en sus tres décadas como taxista que enfrenta una situación como esta.

Incluso, comenta que los conductores de la compañía no están saliendo a trabajar como antes. “La mayoría no está saliendo. Inclusive, me dice el administrador que me alquila el coche desde el viernes hasta el domingo por 200 dólares. Usualmente son 140 por noche por día. En la semana los coches que son más viejos se los están alquilando a los taxistas por 600 dólares y antes (del virus) se pagaban 1.300 por una semana”, indicó.

“Al dueño se le están quedando ahí los coches y por eso está bajando los precios. Tiene como 200 vehículos” en su compañía, explica el taxista, que trabaja entre siete de la mañana y doce del mediodía y de dos de la tarde a diez de la noche.

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